Toda ruptura amorosa activa automáticamente nuestro sistema de apego, cuya función es preservar nuestros vínculos y garantizarnos la seguridad emocional que necesitamos. La pérdida genera tristeza, pero si ésta no es particularmente dolorosa o si contamos con recursos eficientes, nuestro sistema se regula y nos recuperamos.
Por el contrario, muchísimas veces nuestro sistema de apego se sobreactiva más allá de lo saludable. El alejamiento es leído como amenaza por nuestro cerebro, causando alerta y dolor emocional y físico. Se liberan hormonas del estrés que atacan nuestro corazón, sistema digestivo y sistema inmunológico. Ante el quiebre, nuestro cerebro se inunda de dopamina, regresándonos a la etapa inicial obsesiva de la relación. Se activan similares circuitos que en la abstinencia a una droga y con ello se ponen en marcha una serie de mecanismos para acortar la sensación de distancia emocional.
Estos mecanismos automáticos son:
A medida que una relación avanza, las conversaciones en pareja naturalmente van cambiando y los contenidos cada vez se vuelven más prácticos. Ni hablar cuando se inicia la convivencia o llegan los hijos.
Lo complejo ocurre cuando las demandas y los naturales desencuentros del día a día contaminan todos los espacios de pareja, en desmedro de la conexión emocional.
Y eso no es menor si consideramos que lo que realmente define la solidez y la proyección de un vínculo en el largo plazo es la calidad y la profundidad de la conexión emocional alcanzada.
Evidentemente esta conexión no surge de manera espontánea ni es una consecuencia que brota mágicamente sólo a partir del amor. Es fruto de un camino conjunto consciente, intencionado y sostenido.
Sabemos que no es nada fácil, tampoco es lineal ni mucho menos sincrónico ni constante. Pero sí es posible con ganas, coraje y determinación!!
Está comprobado que existen cierto tipo de conversaciones que de forma efectiva nos permiten (re)enco...
Cuando mi pareja experimenta alguna emoción que le sobrepasa, le abruma o le desborda, lo que necesita su sistema nervioso es regularse, es decir, poder organizar su experiencia interna para recobrar la calma.
Para ello, no sólo es saludable que cuente con herramientas para reconfortarse y calmarse a sí mismo/a. También es altamente saludable que pueda contar con un otro que sea capaz de corregularle de manera eficiente. En estos momentos, el rol que me toca desempeñar como pareja es crítico.
La neurobiología de mi pareja en situación de estrés experimentará el impulso automático de entrar en contacto conmigo (ese impulso puede o no expresarse saludablemente) y mi actitud o respuesta tendrá un impacto profundo sobre su sistema nervioso, en una de dos formas: aliviando su estrés o amplificándolo.
Lo que debo tener presente es que la respuesta que un sistema nervioso estresado necesita para regularse no es cognitiva, sino emocional. El gran desafío para mí en esos momentos, es ...
Es muy probable que aún sin saberlo, la mayoría de nosotros/as hayamos experimentado una o más heridas de apego a lo largo de nuestra historia vincular temprana.
Sin duda, hay historias en que las heridas son más que evidentes, pero hay muchas otras en que pasan totalmente desapercibidas.
Porque las heridas de apego no tienen que ver con haber tenido padres físicamente presentes. Ni con haber tenido cubiertas gran parte de nuestras necesidades básicas. Ni siquiera con cuánto nos amaron. Es más, pudimos haber sido profundamente amados/as y aún así, haber sufrido grandes heridas.
Nuestras heridas de apego se generaron fundamentalmente al no contar con un ma/padre disponible, consistente y sintonizado con nuestras necesidades emocionales en momentos de estrés o vulnerabilidad, para ofrecernos el consuelo, la calma y la seguridad que necesitábamos.
La ciencia del apego nos ha enseñado a mirar nuestra historia temprana desde otro prisma y ha develado con una precisión asombrosa ...
Muchas personas lamentablemente no conocieron la experiencia de apego seguro en sus infancias, esa que sólo nos pueden entregar las respuestas emocionales oportunas, sensibles y consistentes de parte de nuestras figuras cuidadoras.
En esos casos, la sensación temprana recurrente de soledad, rechazo y/o abandono emocional contaminó esa primera experiencia vincular con una cuota insana de estrés, quedando el amor asociado a una sensación importante de malestar e inseguridad, intranquilidad, alerta y/o ansiedad...
Más adelante en la vida, cuando estas personas se enfrentan al escenario vincular de pareja, inevitablemente reaparecen los patrones aprendidos y no es infrecuente que interpreten esas mismas sensaciones de estrés como señales inequívocas de amor y se involucren en relaciones insanas (habitualmente con personas no disponibles emocionalmente), convencidas de que así se siente y se vive el amor.
Lo que no saben es que eso que sienten no necesariamente es producto del amor, si...
Muchas personas se quejan de sentirse atraídas o atraer recurrentemente a personas no disponibles emocionalmente. Y se preguntan cuál es la razón que les impide vivir un vínculo verdaderamente comprometido e implicado.
En esos casos, tenemos dos opciones. Una es poner aquello afuera: en la mala suerte, en el destino o en la idea -no tan errada- de que cada vez existen menos personas sin pareja que estén dispuestas a involucrarse.
Otra opción es hacernos la pregunta clave:
¿Estoy yo realmente disponible para un otro?
Pero no quedarnos ahí, sino ir más allá:
Mucho se habla acerca del amor, pero habitualmente desde lo que no es, o como si fuera algo peligroso, donde continuamente hay que cuidarse y marcar límites…
Y nos dicen:
"No esperes. Si esperas y no recibes, vas a sufrir"
"No necesites. Si necesitas, terminarás dependiendo de alguien que no siempre va a estar para ti"
"No pidas. Si recurres, te decepcionarán"
"Suelta. Si sostienes, terminarás aferrándote y aceptando lo que no debes"
Incluso hay cursos para aprender a ‘amar sin apego’… ¡¿qué es eso?!
Se me contrae el corazón al pensar en la cantidad de personas que intentan ese camino… un camino que sólo es posible a través de una batalla interior. Un camino que enseña a amar a la defensiva y con armaduras de todo tipo. Un camino más fácil y seguro para quienes se vinculan de manera evitativa. Un camino difícil y torturante para quienes se vinculan de manera ansiosa y terminan creyendo que el problema es únicamente de ellos. Pero fácil o difícil, un camino no natural y p...
En pareja, la disponibilidad es la capacidad de estar para el otro en momentos de vulnerabilidad emocional y es uno de los pilares de todo vínculo seguro. Al comienzo y cuando aún no hay gran implicancia afectiva ni demanda emocional, habitualmente es fácil mostrarnos mutuamente disponibles y expresivos/as. Pero a medida que avanza la relación, pueden hacerse más notorios los signos de alarma:
1. SEÑALES CONFUSAS Y REFUERZOS INTERMITENTES
Se expresa de manera ambigua y etérea, sus respuestas personales son evasivas. Envía señales confusas y nunca es suficientemente claro o consistente lo que siente por mí. Continuamente hay que inferir o interpretar. Da refuerzos intermitentes que me mantienen enganchado/a. Un día siento que soy su gran amor y al otro no sé qué lugar ocupo en su vida. Tiende a aparecer y desaparecer; cuando las cosas parecen ir mejor, se distancia y cuando yo me alejo, se acerca con palabras cariñosas o empalagosas.
2. SOBREVALORACIÓN DE SU INDEPENDENCIA
Valora mucho s...
Hemos escuchado con frecuencia que nadie nos enseña a ser pareja y que quizás muchas de nuestras elecciones y reacciones surgen azarosamente o desde la falta de conocimiento... ¡Error!
Nuestra forma de amar y de relacionarnos en pareja es resultado de nuestra historia vincular y particularmente de nuestras experiencias tempranas de apego.
En este contexto las heridas de apego cobran gran relevancia. Estas surgen cuando una necesidad emocional es desatendida, afectando la seguridad que todo vínculo debe proporcionar. Se producen en la relación temprana con nuestros padres o cuidadores, pero también pueden tener origen más tardío en alguna relación de pareja importante.
Por su naturaleza vincular, son heridas del alma que impactan fuertemente el concepto que desarrollamos o que tenemos acerca de nosotros mismos, condicionando de diversas formas nuestras relaciones adultas.
La mayoría de las personas tenemos heridas de apego, que pueden ser más o
...La trampa ansiosa-evitativa es una de las dinámicas de pareja más frecuentes. Se observa cuando en un conflicto, mientras una parte de la pareja asume una actitud ansiosa de protesta, a través de la confrontación, la queja, la acusación o la crítica, la otra parte reacciona con silencio, alejándose y replegándose, lo que refuerza aún más la contraofensiva ansiosa y esto, a su vez, exacerba más la huida y la distancia.
Las reacciones ansiosa y evitativa escalan con gran automatismo y se refuerzan mutuamente para dejar a cada parte de la pareja atrapada y aislada en su posición.
Quien está en la posición ansiosa reacciona defensivamente ante un gatillante que pasa a llevar una herida (habitualmente asociada al miedo a no ser importante, a no ser querible o al abandono). Por tanto, si bien puede parecer que sus actitudes son desafiantes y hostiles, en realidad suelen ser intentos desesperados por obtener una reacción de parte del otro para saber que está en su radar y así restablece
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